Vacaciones en Acapulco (el hotel)

Como mencioné anteriormente, he pasado fin de año en la ciudad de Acapulco, he aquí las impresiones y anécdotas.

He de decirles antes de continuar con cualquier comentario, que con este viaje he reiterado mi predilección por lugares historicos y coloniales en vez de los que son más para ir de fiesta, por lo tanto, sigo prefiriendo ir a Guanajuato y acudir a sus diferentes eventos como lo son el Festival Internacional Cervantino o el Festival Internacional de Cine Expresión en Corto, del que ya saben que en Julio tendrán la nota.

De todos modos, no está de más el conocer lugares nuevos y tratar de establecerse en ambientes que no son muy frecuentados.

Fue un viaje para el que casi no se destinaron fondos, por lo que tuve que estar sentado 18 horas en el autobus, en las que el único descanso era cuando parábamos en alguna ciudad para recoger más gente y yo me bajaba un rato a estirar las piernas. Lo malo es que cuando atraviesas todo el país hay muchos climas diferentes, por lo que a veces prefería no bajarme.

Al llegar a la ciudad, como en todas las ciudades, hay que alejarse un poco de la central de autobuses para conseguir taxis a precios más accesibles. Abordé uno y me llevó a mi hotel, que hasta el momento desconocía, ya que alguien más me organizó el viaje.

Resultó ser el hotel "Real del monte", situado frente al tristemente célebre hotel "Casablanca", conocido por su larga trayectoria (fue fundado en los '40) y por los espectros que ha acumulado en su historia, a saber, un niño que se aparece en la alberca, el charro negro (quien gusta de "subirse" a las personas que deambulan por pasillos oscuros) y una dama vestida de blanco, sólo por mencionar algunos.

Y no es para menos, pues la infraestructura de estos dos hoteles que en su tiempo fueron de lujo, hace imaginar que no se les dio ningún mantenimiento desde el día de su fundación, hace ya 70 años. Esto por que alrededor sólo se pueden ver muebles viejos que en algunos casos se encuentran carcomidos por plagas, faroles caidos y oxidados, pasillos abandonados con cuartos que supuestamente están en alquiler y espacios lugubres y escalofriantes en los que en algún momento hubo alegría.

Al dar un recorrido exhaustivo por las instalaciones de estos dos antiguos hoteles, nos hemos dado cuenta de que las habitaciones de los pisos superiores ya no se alquilan debido a que la loza del techo se cayó, por lo que es un área abandonada.

Los espacios abiertos que en algún lugar estuvieron llenos de vegetación y color, y que ofrecían al visitante una vista placentera al tiempo que gozaba de su estadía en el hotel hoy son campos rodeados de maleza, con algunas lanchas abandonadas, casi deshaciendose en el olvido, con más faroles retorcidos y oxidados que más que adornar, cuentan una historia de lujos y placeres convertida en una de abandono y desesperación.

Fue el hotel, sin duda, el lugar que más me llamó la atención en m viaje, pues también recorrí sus pasillos ya entrada la noche, cuando las otras tres habitaciones que estaban ocupadas se disponían a descansar, y ha sido una experiencia llena de sensaciones desagradables y miradas que pesan en la nuca, sin haber aparentemente nadie más que yo.

Creo que más allá de los espectros o sus trágicas historias, este hotel me da tristeza, ya que si se observa su infraestructura es notorio que en su tiempo fue un hotel lujoso y caro, al que sólo acudían personalidades nacionales e internacionales, que contaba con los mejores servicios y una vista impresionante de la playa. Hoy sólo quedan vestigios de lo que alguna vez fue, y un edificio cayendo a pedazos mientras sigue mirando al horizonte, como siempre lo hizo, en espera de un final.