Luchando contra la procrastinación

Dice Wikipedia: “La procrastinación (del latín: pro, adelante, y crastinus, referente al futuro) es la acción de postergar actividades o situaciones que uno debe atender, por otras situaciones más irrelevantes y agradables”.
Este trastorno del comportamiento puede ser psicológico, físico o intelectual. La procrastinación también llega a ser síntoma de algún desorden psicológico, como depresión o TDAH (trastorno por déficit de atención con hiperactividad).

Cuando leí esta definición me sentí más que identificada. Todo el que sea freelancer sabe lo difícil que es trabajar solo, en la mayoría de los casos desde casa, y conectado a la fuente más grade de distracción jamás creada: Internet. Pero el rechazo a trabajar no necesariamente significa vagancia: puede ser falta de motivación.
Hay herramientas indispensables para llevar a cabo nuestra actividad con voluntad:

Buena paga: estar conformes con la ganancia que se tiene del propio trabajo (tener una ganancia para empezar). No sólo nos da la satisfacción de saber que lo que hacemos vale la pena, sino que podemos reinvertir en nuestro trabajo para mejorarlo, o darnos los gustos que merecemos.
Valoración del empleador: pocas de las personas que nos encargan un trabajo en particular o nos contratan regularmente saben apreciar el esfuerzo y el resultado final. Si aquel para quien trabajamos reacciona igual ante un trabajo bien hecho que ante un trabajo mediocre, cuál es el sentido de romperse la espalda y los ojos frente al monitor pudiendo trabajar a media máquina, gastar menos tiempo, energía y recursos, y tener el mismo resultado. Es moralmente correcto afirmar que nunca habría que ser mediocre, que nuestros trabajos siempre deben alcanzar la mejor calidad posible y que hacer las cosas bien debería ser motivación suficiente, pero en la práctica la realidad es menos poética: trabajamos mejor para quien nos felicita de vez en cuanto que para quien es indiferente. De ciertos empleadores es inútil esperar una palmada en el hombro, pero a otros nos toca a nosotros recordarles que el trabajo no se hace solo, y que les damos una parte de nuestra vida imposible de recuperar para que ellos tengan un mejor producto.
Espacio de trabajo alentador: es mala idea tener la central de labor en la misma habitación donde se come, y mucho más donde se duerme, porque se pierde la división entre vida y trabajo. Lo ideal es, de ser posible, mudarnos a un domicilio distinto, o tener una habitación en casa que funcione como oficina. Si no tenemos otra habitación disponible y en cualquiera de los casos anteriores, hacer del espacio de trabajo nuestro espacio, ya sea pintando las paredes de un color que nos inspire; colgando cuadros, posters de nuestras bandas favoritas o fotos de seres queridos y llevando cosas que nos gusten de nuestra casa/habitación.
Mantener el orden: esto es imprescindible para evitar desesperarnos y perder las ganas.
Tener una mascota: opcional, pero más que efectivo. Una mascota siempre nos hace la vida mejor, más en situaciones estresantes o agotadoras. Un perrito molesto que nos interrumpa es poco recomendable, preferible un gato, pero eso ya es cuestión de gustos.

Además de esto, lo evidente: tener horarios lo más regulares posibles; jornadas de trabajo razonables, que no atenten contra nuestra salud; tomarnos el tiempo del almuerzo como recreativo y absolutamente NO comer frente al monitor; tener música, una radio o la TV encendida (si logramos concentrarnos) o a mano para cuando necesitemos un tiempo de relajación; alguna planta o espacio verde a la vista (que la mascota no use de baño); buena refrigeración por el bien de los equipos y nuestros pulmones; y contacto directo con otra persona de vez en cuando para recordar que somos seres humanos y no una máquina más.