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Usted sabe... (¿somos una sociedad reprobada?)

. viernes, 24 de abril de 2009

Hace algún tiempo, un mensaje de la Secretaría de Educación Pública nos hacía el siguiente reclamo: “Una sociedad con ocho millones de analfabetas, es una sociedad reprobada.”
Y nos llamaba a participar en una campaña nacional de alfabetización. La inmensa mayoría de los reprobados, como siempre que el problema no afecta directamente a nuestros intereses particulares, nos hicimos de la vista gorda. Es decir, esta sociedad reprobada de la que todos formamos parte, no respondió. Y no lo hizo, precisamente, por falta de educación.
Usted sabe, no se puede estar en todo, uno qué más quisiera que poder ayudar a esas pobres gentes, pero si el gobierno que es el que tiene la obligación, no lo hace. Usted sabe, ya bastante tiene uno con tratar de educarse a si mismo, a sus hijos, etcétera, como para todavía echarse encima el compromiso de enseñar a los ajenos.
Usted sabe, nosotros siempre estamos dispuestos a luchar hasta el límite de nuestras fuerzas por la reivindicación social de nuestros hermanos más necesitados, pero desgraciadamente este asunto rebasa los ámbitos de nuestra competencia. Usted sabe, uno sirve al país y a la comunidad siendo un buen profesionista, cumpliendo con todas las disposiciones legales, pagano religiosamente sus impuestos; lo demás ya es cosa de las autoridades. Usted sabe, la iglesia no puede intervenir directamente en este asunto, por eso nuestra misión, a pesar nuestro, se tiene que limitar a recurrir a la enseñanza en los colegios particulares.
Usted sabe, el que quiere superarse no se anda con cuentos, se supera y ya; míreme a mí, a mí quién me ayudó a llegar adonde he llegado, ¿eh? Usted sabe, a mi marido no le iba a parecer que yo anduviera metida en esos líos de universidades, con lo revoltosos que se han vuelto.
Usted sabe, nosotros cumplimos con nuestra tarea de aumentar la productividad, crear fuentes de empleo, coadyuvar al engrandecimiento de México...
Usted sabe: por todas partes y a propósito de cualquier nadería, de cualquier demagogia oficialista o empresarial, de cualquier descarada o encubierta intención comercializadora, se invoca a todo pulmón y a toda pluma la palabra “responsabilidad”.
Sólo que, a mi juicio, difícilmente puede ser responsable quien carece de educación o está mal, limitadamente educado. Y eso es lo que nos pasa a los mexicanos. No es tanto la falta de responsabilidad, como la falta de educación en todos los niveles: familiar, académico, laboral, cívico, artístico, político. Y de ahí la miopía crónica de nuestra conciencia, el sumergimiento cada vez más a fondo que nos damos en el marasmo descomunal de la dejadez, la apatía, la indolencia, la desidia, la resignación, la cobardía social. De ahí que no sepamos distinguir entre consumismo y bienestar, entre explotación y trabajo, entre dádivas y derechos, entre represión y seguridad, entre conformismo y libertad.
Para mucha gente, la culpa de todo es del Sistema… O hasta es voluntad de Dios, dicen algunos, igual de inubicable, de incomprensible. Pero sucede que ese organismo enfermo que es el Sistema, lo componemos justamente los mismos que conformamos la Sociedad. Lo que pasa es que hay quienes están arriba y quienes están abajo. Quienes ordenan y quienes obedecen. Los manipuladores y los mediatizados. Los primeros evitan a los segundos pensar o desarrollar su inteligencia más allá de un cierto grado, rodeándolos de paliativos, de cuentas de colores, de espejitos mágicos, de toda suerte de cosméticos sociales. Los segundos, alelados, agradecidos, intoxicados de fantasía, endosan su existencia a los primeros y la serpiente, mitad ciega, mitad estúpida, se muerde la cola y se envenena a sí misma.
La acusación está hecha y está vigente. Yo, tú, usted, él, ustedes, nosotros, todos somos culpables de esta infamia, alcahuetes de esta degradación, cómplices de este crimen: somos una sociedad reprobada, una sociedad suicida que “se rebana las venas y se sienta a contemplar cómo se desangra”.

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