Un error no se resuelve con otro...

Hace algunos meses, mi amigo y compañero de blog, Blátido, compartió con usted, mi estimado lector, su opinión acerca del aborto y su despenalización… A estás alturas del desarrollo de la humanidad parece un mal chiste que sigan sucediendo historias de abandono, maltrato, abuso y violencia contra los niños, y contra un pequeño bebé ni se diga. En esta ocasión veremos algunas implicaciones de las consecuencias de un nacimiento e infancia en medio de vejaciones.
En agosto pasado, muchos nos indignamos con la noticia de una bebé que fue abandonada por su madre, de 14 años, en un terreno al sur de Buenos Aires. En medio de una noche de invierno, una perra escuchó el llanto de la bebé y la llevó hasta su refugio, donde se encontraban sus seis cachorros, e intentó protegerla como al resto de sus crías. Ante la impotencia de calmar el llanto de la recién nacida, la perra, China, comenzó a ladrar y su dueño acudió para averiguar qué causaba el alboroto.
El hombre dio aviso a la policía y se inició la investigación correspondiente… Está bien, era sólo una ‘chica’ de 14 años, ‘no supo qué hacer’, ‘cometió un error’, ‘nadie la apoyó’… podemos enumerar mil excusas para tratar de no ser tan duros con esta tipa que dejó a una bebé inocente a su suerte, desnuda en un llano, en pleno invierno. Pero lo que más pena ajena me da es que una perra, un mamífero que no tiene ni la tercera parte del desarrollo cerebral que un humano… rescató a una cría de otra especie y sin distingos, trató de cuidarla como sólo una Madre sabe hacerlo.
Y no vayamos tan lejos, hace unos días en la colonia Ramos Millán, aquí en el Distrito Federal, una chica de 16 años dejó abandonado a su bebé recién nacido, sin limpiar y aún con el cordón umbilical, en la calle. Lo más horrible del asunto es que el bebé murió por las heridas de cuchillo que presentaba en la espalda y cuello.
Así podría continuar con otros casos similares, sin embargo, lo que quiero que usted lea mi respetable lector, es la serie de errores que tenemos a la vista, en nuestras manos, que somos capaces de remediar, resolver, atenuar o redimir ¡y no lo hacemos! Muy tarde es cuando nos damos cuenta que, en vez de soluciones, creamos más problemas, hacemos más y más grande nuestro error, dañamos a los que amamos o jugamos con la vida de un inocente.
Observe en los ejemplos de arriba la cadena de errores que se cometieron: confiar el cuerpo a un irresponsable y no usar condón, no utilizar un método de anticoncepción de emergencia, no buscar orientación para un embarazo no deseado… y las personas alrededor de estas chicas no les ayudaron, he ahí otro error.
Por desgracia, este tipo de mujeres no tienen ni idea del daño tan grave que les infligen a sus bebés al maltratarlos de esta manera. Más allá de la orfandad, que no es nada fácil de superar - lo digo porque he sido testigo de algunos casos-, está la forma tan descuidada en la que estos bebés nacen: sin higiene, a la intemperie y sin contar si la ‘madre’ tuvo los debidos cuidados de alimentación durante el embarazo.
Las consecuencias de esos errores son niños con problemas de aprendizaje, autoestima, discapacidad motriz o intelectual. Es decir, estos bebés están prácticamente condenados al sufrimiento desde antes de nacer… y todo por un error que pudo ser remediado a tiempo. Estos inocentes cargarán, en el mejor de los casos, toda su vida con los errores de su madre, si es que logran sobrevivir a ella.