Candil de la calle: el caso Haití

No se confundan, creo que como pueblo, México ha cooperado en lo que le es posible con los hermanos haitianos que la están padeciendo en grande. Pero noto que con este tipo de tragedias sólo hay de dos sopas: sale lo mejor o lo peor de la gente. Veámos por qué.

En México ocurrió un desastre natural, no de la misma intensidad y alcance que en Haití hace algunos días, que marcó a nuestros padres, prim@s, abuel@s, tí@s y maestr@s, el sismo del 19 de septiembre de 1985. Quienes lo sufrieron no pueden olvidar el horror de aquellos días. Miembros de mi familia, muy jóvenes en aquel entonces, cuentan que prestaron su ayuda para trasladar cadáveres al estadio de beisbol del IMSS, donde otros 'voluntarios' aprovecharon la ocasión para robar a los cadáveres anillos, pulseras, relojes, collares o aretes... sin pensar que estos objetos pudieron servir para identificar a un ser querido.

De verdad, me cuesta mucho trabajo entender cómo en un momento tan difícil, de sufrimiento y desesperación, exista gente tan inmunda como para fastidiar a un cadáver. Aquí les va otro ejemplo: le hice una entrevista informal a un ex miembro de la Policía de Caminos y Puentes Federales, este hombre me contó del descarrilamiento de un tren, algunas personas resultaron lesionadas, otras murieron y la mercancía o pertenencias de los pasajeros quedaron regadas a los costados de la vía. En los últimos vagones del tren, que estaba sobre uno de sus costados, había gente gritando, no de dolor, sino de placer... varios sujetos violaban a una joven que falleció en el accidente, era el cuerpo inerte de una mujer con exposición de masa encefálica el que estaba sufriendo las embestidas de un grupo de... no sé qué, a esos sujetos no se les puede decir humanos, ni animales.

Y claro, esas bestias gozaban, mientras otras se llevaban lo que quedó de valor. ¿Qué tiene que ver esto con lo que pasa en Haití? Sencillo, también ahí hay gente que está llegando para aprovecharse de la vulnerabilidad de los haitianos, de su hambre, de su dolor, de su duelo, para robar la esperanza de ese país: los niños.

Qué doloroso es aceptar que la rapiña humana existe, que hay tipejos peores que buitres, que devoran lo que encuentran a su paso, todo lo corrompen, todo lo mancillan. Parece que esta desgracia en Haití atrajo a los consumidores de pornografía infantil, redes de prostitución y trata de personas, para llevarse lo que quedó de ese pueblo, a los niños que no pueden defenderse, que lo perdieron todo.

¿Y por qué 'candil de la calle'? En México pasa lo mismo, ¿dónde están los niños que desaparecieron de las mentadas 'casitas'? Hay detenidos, ¿por qué no avanza la investigación? Parece una broma cruel saber que sólo existen dos fiscales en todo el país para esta investigación, dos para 100 millones de mexicanos. ¿Qué será de estos niños?

Está muy bien que seamos solidarios con los hermanos de Haití, pero no olvidemos que en México queda mucho por hacer, no descuidemos nuestro país, no permitamos que la rapiña sea el eje de nuestra vida social. Sólo exigiendo a nuestras autoridades que legislen a favor nuestros niños podremos tener luz en casa, empecemos por ahí, por mejorar este país.